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  • gusanosdelamemoria

Hacer cantar el "Cordel Torcido/ Mañuwìín"

Natalia Toledo

Fotografía: Isabel Briseño

Dedico este texto a la memoria de mi hermana Rocío González, quien hace muchos años me dijo, antes de que Hubert se ganara todos los premios y sacara los ojos de su montaña, que tenía que leerlo, porque halló en él una cierta pureza. A Hubert y a mí nos une no solo la poesía sino también la amistad con Rocío, quien si no me equivoco fue la primera en leer los poemas de Hubert y la primera en leer los míos.


Para algunas personas hay ciertos aromas, como el aroma de una flor, de un perfume, de un guiso, de tortillas o todo lo molido en un metate que las remite a un tiempo y a un espacio determinado de sus vidas. Hay otras personas que tienen como referencia, sabores o colores. O como Yukio Mishima que nos lleva a un terreno escatológico cuando habla de su infancia a lado de su abuela enferma o del sudor de los soldados acabados de ejercitarse. Para Hubert, su memoria es la palabra, un cordel torcido pese a que tiembla y se moja de miedo baja por el peñasco de los diablos para escuchar sus letanías:

Pies de helecho, cobija vieja, aliento de chivo, hierba de muerto; pero la voz de su abuela, coraza de la montaña, jícara de oro que escupe soles, alumbra la cabeza oscura de los que sólo miran sus pies. Hubert sabe que debajo de su lengua guarda un universo.


Hilo, mecate, cáñamo, así decimos linaje, los que venimos de los mesoamericanos, los que dibujaron palabras y con un cordel señalaron el camino de la sangre, la savia que creció en los huesos de Hubert, savia que exorcizó su abuela con un gabán para que su cuerpo tuviera los ojos de la noche y supieran leer el tiempo y los colores de las estrellas. En mi cabeza de mujer nube resuena la palabra doo yoo, los hilos de la infancia, la tripa de la primera casa que siempre nos jala, porque nos trenzó a su arpegio y de vez en cuando nos cubre de la niebla indómita de la nostalgia: las casas de Mañuwuíìn.

Recuerda Hubert que todo cordel está torcido, torcer en zapoteco antiguo significa también cantar, por eso aquí se hace cantar a los hilos de la penca del maguey, la piel de los árboles, para no olvidar que del beso del venado macho brotamos con cantos: vaxi kutaku, vaxi kutaku.


Las pláticas que tengo con Hubert son muy curiosas porque podemos estar horas platicando las correspondencias que tiene la cultura mè’phàà y la zapoteca. Por eso mi lectura tiene que ver primeramente con el hecho de que su lengua y la mía vienen del mismo tronco lingüístico, genéticamente estamos emparentados, de las cosas que me va contando le contesto desde el punto de vista Binnizá, y, dialogando hice mi lectura de Cordel torcido.

Para Hubert el tiempo para jugar es lo que dura la saliva en el suelo, los papás Binnizá escupen al suelo y te dicen vete a comprar petróleo, 50 pesos de iguana y escupen sobre la tierra y antes de que se seque la saliva uno debe tener sobre la mesa de la abuela el mandado. Para los zapotecas la saliva es nisa xhinni, nisa es agua y xhinni viene de xiiñi’, que es hijo, tu hijo es tu saliva. Tiene que ver con el mito del origen del pensamiento, el sol le disparó una flecha a la tierra y del hoyo que le hizo brotaron los dioses, que al besarse brotó el pensamiento.

No en balde, cuando uno quiere rastrear su genealogía le toman la toman la muestra de la saliva.


Las palabras de los antiguos resbalan como agua sobre las piedras, a dónde irán las palabras que ya no se nombran, ¿es cierto que también existe un panteón de palabras?

No, no me refiero a aquellas que cayeron con la arena del tiempo, sino los que ya no se dicen porque el jabón del olvido las lavó y las puso en otra parte.


Algo que me gusta mucho de la poesía de Hubert es que tiene humor, los hombres de la calabaza son hombres que se saben divertir, exorcizan todo lo que encuentra en su camino para tener una milpa sana, acercan y dan de comer y beber a sus enemigos, bailan con ellos para luego dejarlos sin aliento, como don Salvador que se emborrachaba porque no quería a ser el cristo de pascua.


Finalmente, amarro este collar de palabras señalando que de la obra de Alec Dempster, sólo puedo decir que si los poemas tuvieran nahual o sombra, -tú serías el clavo que fija las palabras de Hubert, que es la única forma de detener lo que se dibuja o riega sobre el papel.


Xquixepe’ laatu. Gracias por escucharme.


*

Te encontraron

En el nido que dejaron las nubes,

Te arrearon,

Como el dolor de mi montaña

Por los que se van a buscar trabajo

Y solo encuentran

La tumba en los desiertos



Bidxelacabe lii

Ndaani’ lidxi ni bizana ca za,

Guxubiyucabe lii,

Sica yuuba’ dani soo xtine’

Runi cani riasa riyubi dxiiña’

Ne nisi ridxelaca’

Ba’ xti ca la’dxi’ dachi.


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