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En el oído del viento: Xtámbaa/Piel de tierra de Hubert Matiúwàa


Grabado: Alec Dempster. Radio Ñomdaa, Guerrero.

04 de marzo de 2017

UPN de Chilapa de Álvarez, Guerrero


Martín Tonalmeyotl*


La montaña es una tierra de todos, da cobijo y alimenta a los mè’phàà, a los na savi, a los nahuas y a los ñomnda. Ésta piel de tierra tan abundante no solo proporciona alimento y espacio para vivir sino también, llena de sabiduría a quienes lo habitamos.


Los caminos se construyen, entre más tiempo pasa, las veredas se alargan y se amplían. Los pasos se graban sobre la tierra y hacen amistad con el camino. Los pies pueden ser callosas como las mujeres y los niños de estas comunidades y otras veces, planos y lisos, pero imparables en su andar.



Dentro del libro Xtámba/Piel de tierra, se pueden encontrar versos como: “Pongamos la palabra en el oído del viento,/ en la piel de la serpiente, en la raíz del higo blanco,/ allá irá nuestra voz, día a día entre la tierra caliza.”


Poner la palabra en el oído del viento quizá signifique, expandir la voz de los mè´phàà, de aquellos abuelos que dieron la vida por su cultura. Poner la palabra en la piel de la serpiente es como tatuar una memoria colectiva de quienes vivimos en la montaña, y que pertenecemos a esta tierra caliza y olvidada.

En otros versos encontramos un pueblo adolorido, secuestrado por la pobreza: De ti, vengo tierra, vengo pueblo,/ vengo triste palabra, pequeño tallo,/ amarillo dolor en tu hoja,/…

En este libro hay una voz rebelde que escupe silencio y se multiplican para defender lo suyo, para que no quede enterrado bajo la memoria de los otros y por eso el poeta toma la palabra y nos dice: “Si hay sangre,/ también habrá plomo para defender lo nuestro” y lo nuestro es todo aquello que nos escucha, lo que nos rodea con sus saberes.

El corazón de este poemario es una voz que repite palabras como: abuela, tierra, pueblo, lengua, noche, memoria, palabra, silencio y justicia, palabras que poco a poco van tomando su propio caminar y son eco para las mujeres y los niños, como dice Hubert, van describiendo el mundo, el mundo de los mè´phàà y el de miles de guerrerenses.


En este poemario la memoria, es el corazón de lo inconforme, la raíz de algo que apenas crece, de ese algo que estaba escondido en la cueva del coyote y que hoy ha salido a la calle a nombrar las cosas, a decir lo que muchos no se atreven, a pintar con sus formas diferentes a la esperanza, por eso se escucha la voz de la abuela “–ahí te dejo mi carrizal,/ mis animales,/ no olvides darles agua a mis pollos”.


En Xtámbaa está la tierra donde se siembra la ausencia, un dolor que enciende la esperanza, en donde las luciérnagas de nostalgia encienden serpientes de carne, en donde hay un llamado para unir al pueblo mè’phàà y dialogar en la casa de Lucio Cabañas, todo ello para que los que huelen la carne como el árbol de Iguala, no se lleven los sueños en autobuses que no tienen regreso, por eso en su penúltimo poema, el poeta cierra con un llamado: Hermano,/ ¡levántate!/ mira la cicatriz de nuestra piel,/ las vueltas de nuestra madre/ y el coraje con que teje tu nombre,/ hasta encontrarte.


Este libro nos habla del otro lado del espejo, de una verdad llena de rabia contada en dos idiomas el mè’phàà y el español. Además el libro nos lleva a un recorrido al corazón de la montaña de Guerrero, una montaña llena de magia, de conocimiento, tan bella en su cultura y tan olvidada y lastimada por el Estado.

En la Montaña, es donde han surgido hombres y mujeres que son héroes para las comunidades pero enemigos del sistema y del gobierno.

Piel de tierra nos relata una verdad oculta, quien no pueda descifrar estos versos línea por línea, querrá decir que vive muy alejada de ésta otra realidad.


*Atzacoaloya, Chilapa de Álvarez, Guerrero, nació en 1983. Es poeta, narrador, profesor y promotor de la lengua náhuatl, locutor, traductor, fotógrafo y articulista.

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