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Los sistemas médicos estatales y el chamanismo otomí

Iván Pérez Téllez*

Espíritu del maíz/Fotografía de Iván Pérez Téllez

Don Cecilio no suele ir a la ciudad al menos que tenga alguna diligencia. Por lo general acude a curar a sus paisanos otomíes asentados en la zona periurbana de la Ciudad de México. Él siempre está al pendiente de la salud de sus coterráneos: los cuida, los protege, en ocasiones a la distancia, desde su altar doméstico en Cruz Blanca, otras, yendo directamente a alguna colonia de Ecatepec. Sin embargo, hace poco don Cecilio acudió a la ciudad por un asunto drástico de salud personal. Apenas pasado el Xantolo, don Cecilio al andar en su milpa, se perforó un pie con una rama puntiaguda. Esperó a que la herida sanara por sí misma, pero no ocurrió así y, ya muy agravada la infección, por fin acudió con su hijo que vive en el Estado de México y fue a un hospital. Pero allí poco se pudo hacer: le amputaron el pie.


¿Por qué don Cecilio no acudió al médico con anticipación? Los otomíes, como muchos otros pueblos indígenas, desconfían bastante de los sistemas de salud estatales, por esa razón son reticentes a atender algunas enfermedades en los hospitales o las clínicas. Por narrativas y experiencias los consideran como lugares de muerte antes que de curación. A decir verdad, los espacios de salud -como los espacios educativos- atemorizan e intimidan a los otomíes. De acuerdo con su visión, estos lugares son espacios disciplinares estatales donde se norma el cuerpo: esterilizaciones forzadas, negligencia médica, violencia obstétrica, arrogancia científica o racismo, son algunos agravios que han tenido que padecer. Amén de que el personal de estos espacios estatales es mayormente monolingüe; y ni qué decir de la falta de comprensión cultural de las nociones de salud-enfermedad de los pueblos indígenas. Así, cualquier rasgo divergente de la medicina alópata es percibido de inmediato como producto de la ignorancia. ¿Quién querría acudir al médico con todos esos prejuicios mediando?


Los buenos tierr@s/ Fotografía de Iván Pérez Téllez

Don Cecilio es un reconocido chamán otomí que, al parecer, no pudo curarse a sí mismo ni tampoco supo prever el desenlace de su enfermedad. No obstante, él sí puede diagnosticar certeramente y revertir en muchas ocasiones los efectos perniciosos de la enfermedad en sus congéneres. ¿Qué falló entonces?, ¿su caso es una muestra del fracaso del chamanismo otomí? No lo creo así.

El chamanismo otomí cuenta con diversas formas de diagnóstico, consulta o adivinación para hacer frente a la enfermedad. Entonces, ¿no es posible conocer todo a través de estos métodos?, ¿las formas de adivinación y diagnóstico fracasan? Es decir, ¿Don Cecilio no pudo prever el desenlace por medio de la adivinación del maíz o por medio de su altar? Por lo general, los bädi otomíes recurren a distintos procedimientos adivinatorios cada que un paciente acude a consulta, éstos pueden ser desde la adivinación de granos de maíz a los cuales, cada vez que se lanzan, se les pregunta algo, ya sea por medio de un sahumador frente al altar o, menos comúnmente, por medio de los sueños. ¿Don Cecilio siendo él mismo chamán no pudo prever algo acerca de su enfermedad? El chamanismo otomí, como cualquier otro procedimiento curativo o cualquier otro sistema médico, puede ser igualmente falible, o simplemente subestimar una enfermedad o sus agentes patológicos.


En la nosología otomí toda enfermedad puede ser resultado de una acción brujeril; es decir, obra de la acción perniciosa de un curandero en su carácter de brujo. Así, un hecho llano como pincharse el pie puede ser resultado, al final, de la brujería. Lo ocurrido con don Cecilio resulta, de esta manera, más complejo de lo que inicialmente podría considerarse. Pues si bien don Cecilio, siendo chamán, pudo haber previsto su situación y su desenlace, la verdad es que, en los procesos de salud-enfermedad, siempre está presente la agencia del otro: el brujo-chamán, el vecino-enemigo, las divinidades, el Diablo, o los sistemas de salud.


Espíritu de la nube/ Fotografía de Iván Pérez Téllez

Si bien es cierto que existe, en principio, una concepción no biológica de la enfermedad, lo cual hace que muchos de los padecimientos otomíes sean atendidos por los bädi, la verdad es que los raquíticos sistemas de salud en las regiones indígenas, aunado al racismo, la negligencia, y muchas veces el maltrato, hace que los otomíes sean verdaderamente reticentes a acudir a los espacios estatales de salud. Y, cuando acuden, la percepción general es que los doctores en los hospitales tampoco hacen gran cosa, menos aún en los espacios de salud rural. Este combo de brujería-sistema de salud estatal fallido desembocó finalmente en algo grave en la salud de don Cecilio: que le amputaran el pie.


Recientemente, a inicios de este mes, vi por fin a don Cecilio. Aunque de buen talante, se veía decaído. Sin embargo, su principal preocupación no estaba centrada en su problema de salud personal, sino en un asunto comunitario: no había realizado el Costumbre de fin de año. Esta preocupación ocupaba, entonces, gran parte de su tiempo. Pese a los sinsabores de la vida, la brujería y todas las adversidades, estaba alistándose para hacer Costumbre para finales de abril. Es decir, estaba preocupado en reproducir el cosmos otomí. ¿De qué tamaño es la generosidad de este chamán otomí? Él quiere que haya una buena cosecha, un buen temporal, que se aleje la enfermedad -también de él y de su familia-, elige eso antes que centrarse en las limitaciones que le impone el hecho de haber perdido un pie hasta la rodilla. Don Cecilio además de ser chamán es también agricultor, y su discapacidad ahora lo limita para trabajar su milpa; no obstante, él sabe que no sólo se siembra en la milpa sino también frente al altar, con la palabra. Todo esto está dentro de las competencias de don Cecilio; sin embargo, frente al racismo, la arrogancia científica, los prejuicios, o el maltrato por parte del personal de los sistemas de salud estatales, Don Cecilio tiene poco qué hacer. 

 

Altar de chamán otomí/ Fotografía de Iván Pérez Tellez

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