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El canto de la lengua mè’phàà en Xtámbaa/Piel de Tierra

Francesca Gargallo Celentani*


Sembrado en los versos de fuerza, resistencia, vitalidad, dolor y pensamiento de Hubert Matiúwàa/Hubert Malina. Xtámbaa. Piel de Tierra ha implicado un recorrido, un esfuerzo y caminos de conocimientos. Mientras lo escribía, el joven se hizo sujeto de su historia, la nombró, dando voz a los aconteceres de su tierra y de sus emociones personales y colectivas. Ahora, este libro cuidado por la editorial Pluralia e inserto en una colección de poesía pensada, evocada y escrita en algunas de las lenguas de la Abya Yala viva.


Luego vendrán los días en que las dos versiones, la mè’phàà y la castellana, de los poemas, particularmente cuidadas por quien ha recogido la sabiduría de su pueblo y sabe que todo tiene palabra, lo vivo y lo muerto, yendo de la memoria a la acción, pues luego vendrán los días en que estos versos rodarán solos, para ser sentidos o comprendidos por alguien que ni siquiera podemos imaginar aún.


El libro, también, en un objeto de arte, de cuidado, que no deberían pasarnos desaparecidos. El disco que me trajo la voz de Hubert y el sonido de sus versos en mè’phàà, que desgraciadamente solo puedo gozar como sonido sin ser capaz de entender, me reveló la fuerza de la traducción y del fluir de saberes, gracias al impactante dibujo del grabador canadiense asentado en México Alec Dempster. Una lucha-continuidad cósmica se divisa en el firmamento, dos tlacuaches gigantes de estrellas se muerden la cola por encima de las montañas de Guerrero, tierra yope que tuve el placer de recorrer con las y los compañeros de la Unisur, con mi siempre estimulante colega, entonces alumna, Luvina Camargo y con el mismo Hubert y su colectivo de jóvenes filósofos, en ocasión del décimo séptimo aniversario de la Policía Comunitaria.


Los dibujos de Alec Dempster remiten a imágenes de un imaginario en constante reafirmación, cargados de símbolos vivos que él tuvo que investigar para transformarlos en afirmaciones voluntariosas, intervenciones del colibrí sobre el mundo, borracheras del hermano tlacuache, tejidos de la memoria. Igualmente las fotografías que retratan a Hubert en sus montañas, sonriendo, desafiando el tiempo con la mirada, son gestos de creación incorporados al libro y Manuel Ndiva’i las plasmó desde el conocimiento y la precisión del ojo atento.


Hubert y yo escribimos palabras literarias habiendo estudiado filosofía. Agradezco entonces las metáforas y los conceptos precisos que sus versos contienen, las imágenes que expresan ideas, la claridad de los llamados y sus motivaciones.


Conocí a Hubert cuando la UACM estaba en huelga y él vino a una clase que con mi admirada colega María del Rayo Ramírez Fierro dimos en una barricada. Me dijo de entrada que era poeta y que había estudiado filosofía. Desde entonces, cada vez que tenemos el tiempo de una charla, rescatamos las emociones, los significados y las memorias sin renunciar a la comprensión de cómo construimos los símbolos y los caminos del saber.


Con Hubert nos acomuna, además, la pasión por la tierra, que él nos presenta como la gran piel que recubre y protege lo que importa. Hubert no lo sabe, pero el día que me invitó a presentar Xtámbaa. Piel de Tierra yo acababa de entregar a mi amigo poeta y editor Andrés Cisneros una novela titulada La Costra de la Tierra. La tierra, pues, es para ambos lo que vale la pena amar con todas nuestras fuerzas: nos sostiene y nos duele, nos urge a la acción. En los versos de Xtámbaa es sobre la tierra donde se dan los aconteceres humanos y animales, donde amanece y emigra el gallo con su chicharra enterrada en la garganta, donde la sangre despierta el fuego de la defensa de lo común, el venado avanza, la noche sueña que nos levantaremos un día.


“En gusanos de acero bajan/ los que vienen a mandar nuestra memoria,/ extienden su telaraña en la madre,/ no respetan la palabra nuestra”, nos describe el camino de la represión que avanza sobre el territorio Hubert, a la vez que nos revela cómo evitar su veneno: “Escóndete en la cueva,/ espera que baje la neblina/ y termine la caza,/los que huelen la carne/ se llevan nuestros sueños/ en autobuses que no tienen vuelta...”.


La historia de Guerrero no puede ser obviada, es la fuerza del propio saber. Los muertos y los desaparecidos están en el pecho, tienen nombre, fueron primos, padres, hermanos y hermanas. A Mauricio Ortega Valerio, desaparecido el 26 de septiembre en Iguala, Hubert escribe “Voló sobre el pueblo el águila de la noche,/ buscó tu carne para anidar su dolor/ y auguró que tus hijos se convirtieran en kaagu”.

En efecto, los hijos y las hijas de quien merece memoria siempre se hacen adivinos, sabios o dirigentes. Lo saben los de la mano oculta, los de la tierra roja que son hermanas y hermanos del tlacuache y quieren ser personas que hacen reír para unir a su pueblo, los hombres y las mujeres de la palabra que cuenta.


Como el trueno del rayo que viste la Montaña, el poeta se estira con los árboles. Sus versos apuntan a la esperanza, por ello hilvana el ánima de su lengua, se enamora con el cielo en la palma de la mano, mira las hormigas cargar las semillas y como la flor reparte justamente el mundo.

La voz poética de Hubert, su lengua mè’phàà sutil de fuertes memoria y reclamos. Xtámbaa/Piel de tierra, el primer libro de alguien que ya siento como un poeta que piensa, un pensador que canta, un hermano en el camino.


*Escritora, feminista, filósofa, activista, docente y editora que ha desarrollado su trabajo en México y el resto de América Latina desde 1979.

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